Fitero, desde la Villa a la Desamortización
Tras el desalojo de los navarros que habían invadido el Cortijo de Fitero, poco a poco, el monasterio volvió a recuperar su vida regular. Sin embargo, ya no sería nunca más lo mismo. Su incorporación al reino de Navarra también conllevó la aportación de sus montes a los comunales de Cierzo y Argenzón, y, durante el siglo XV, se vio envuelto en las guerras civiles que asolaron este reino y que condujeron a su conquista, por parte del reino de Castilla. Las dificultades debidas a estas guerras ocasionaron incluso el que los cistercienses tuvieran que desalojar el monasterio y que tuvieran que emigrar Tudela, donde la comunidad se refugió durante más de 12 años, desde 1430. Además, en 1471, estos conflictos bélicos llegaron a provocar incluso el asesinato del abad fray Miguel de Magallón.
Poco a poco, los cistercienses se dieron cuenta de que no podían subsistir en este lugar fronterizo y tan peligroso, con su modo de vida aislado del mundo y, antes de acabar desapareciendo, su abad, fray Miguel de Peralta, decidió hacer un llamamiento, en 1482, para que vinieran po-bladores para su villa de Tudején, con la novedad de que ésta fue reedificada junto a los edificios del propio monasterio. Los emigrantes comenzaron instalándose en el Cortijo, hasta que desbordaron sus murallas y acabaron dando lugar al casco urbano de la actual villa de Fitero, llamada así por ser la villa del monasterio de Fitero. Así surgieron las calles existentes entre las actuales del Pozo, Mayor, Barrio Bajo y el antiguo monasterio de Castellón que, hacía siglos que se había transformado en el primer polígono industrial de Fitero.
Durante el siglo XVI, Fitero comenzó una gran transformación urbanística, tanto en el conjunto monástico como en su villa. En 1524, el abad fray Martín Egüés Pasquier dotó a ésta de su primer reglamento municipal, con lo que formalizó su constitución y favoreció su crecimiento. De ahí que, durante el resto de este siglo, se produjera su primer ensanche, por las actuales calles de San Juan, Palafox y Armas, dotando al pueblo de la distribución urbanística que permaneció inalterada hasta finales del siglo XIX.
Mientras que, en el monasterio, durante la primera mitad del siglo XVI, se reedificó el claustro, se reparó parte del tejado de la iglesia que, incluso, se había hundido, y se construyeron tanto la actual capilla del baptisterio, como la desaparecida de Santa María Magdalena, donde estuvo anteriormente capilla de los muertos o tanatorio, o sea, en lo que actualmente es la capilla de la Virgen de la Barda. A finales de este siglo XVI, también se edificó el nuevo dormitorio, como una extensión del antiguo que, a principios del siglo XVII, se convirtió en el nuevo recibidor del monasterio, a la vez que se construyó una nueva sacristía, que acabó siendo reemplazada por la actual, y el palacio abacial. Mientras que, durante el siglo XVII, se construyó el sobreclaustro y la nueva sala capitular, así como, el nuevo refectorio, convirtiéndose el antiguo en unos graneros que se añadieron a las bodegas medievales que quedaron bajo el nuevo refectorio. Durante el siglo XVII, también se construyó la actual la hospedería, cillería y demás dependencias monacales que hoy constituyen la plaza de las Malvas, así como la nueva librería o biblioteca, que se construyó encima del refectorio medieval. Finalmente, en el siglo XVIII se construyó la actual sacristía, con su pabellón de lavamanos, así como la actual capilla de la Virgen de la Barda y se reformó buena parte del palacio abacial. Con lo que ya no hubo más cambios urbanísticos hasta la definitiva desamortización del monasterio, en 1835.
Entre la segunda mitad del siglo XV y los primeros años del XVI, el monasterio de Fitero fue per-diendo casi todos los elementos que lo habían convertido en una verdadera fortaleza, quedan-do sólo la torre que estaba junto al Cortijo, y algunos restos de las murallas que fortificaban sus tejados. Aunque, todavía se conserva buen parte del lienzo meridional de la muralla que, desde el siglo XVII, rodeaba todo Fitero y sólo se permitía el acceso a su interior por medio de puertas, como era el caso de la puerta del río, en el barrio bajo, o la de Santa Lucía o del Paradero, cerca del Humilladero, o las de la Villa, antes de la parte acodada de la calle Mayor, o la de San Juan, cuya forma acodada aún se aprecia en la calle Beato Juan de Palafox o calle de Enmedio. Un amurallamiento que, en el siglo XVII también dio lugar a un segundo claustro nuevo, que fue conocido como la Plaza de la Orden y que corresponde a la parte del actual Paseo de San Rai-mundo que queda al oriente de la estatua de éste.
Los inmigrantes que llegaron para consolidar la villa de Fitero, poco a poco, fueron buscando su propia identidad, así como su independencia de los cistercienses, mientras que éstos, trataron de mantenerlos sometidos, llegando incluso a instaurar una verdadera dictadura abacial. Todo ello provocó disputas judiciales y también varios motines, con sus correspondientes escenas vi-olentas, que se prolongaron durante los siglos XVI al XVIII. Aunque los fiteranos no acabaron de conseguir su anhelada independencia del señorío monástico hasta que los monjes fueron ex-pulsados, definitivamente, como consecuencia de la desamortización de 1835.
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