Monasterio de Castellón-Fitero
En 1152, el obispo de Calahorra consagró la iglesia del monasterio de Castellón que, poco después, acabó siendo conocido como el monasterio de Fitero, junto al molino hidráulico que los cistercienses habían construido en el río Alhama. A partir de entonces, el monasterio de Niencebas pasó a convertirse en otra más de las granjas cistercienses con las que San Raimundo controlaba esta triple frontera.
Tras la muerte del emperador, en 1157, su patrimonio fue dividido entre sus hijos Sancho III y Fernando II, que here-daron los reinos de Castilla y de León, respectivamente. Previamente y desde 1149, Alfonso VII había nombrado a su hijo Sancho rey del fronterizo reino de Nájera, en el que despuntaban este monasterio y su fundador, San Raimundo de Fitero. Lo que explica la buena relación existente entre ambos y el que, en 1157, dicho Sancho le donara a San Rai-mundo el señorío del castro de Tudején, con la connivencia del emperador, y que, en enero de 1158, en la soriana villa de Almazán y siendo ya Sancho III de Castilla, éste le donara a San Raimundo la villa de Calatrava, “para que la de-fendiera de los paganos enemigos de Cristo”. Una donación que fue el germen de la Orden Militar de Calatrava y que hizo que San Raimundo, con parte de su comunidad cisterciense y el inmenso ejército que, hasta entonces, había estado destinado en esta triple frontera cristiana, se desplazara hasta la actual Carrión de Calatrava, como parte de los preparativos para la renovada reconquista castellana, parada desde 1147.
En 1159, mientras San Raimundo aún se dedicaba a esta importante empresa para la reconquista cristiana del sur de Europa, y aprovechando la minoría de edad del nuevo rey de Castilla, Alfonso VIII, los vecinos de Tarazona, instigados por su obispo, invadieron y destruyeron el monasterio de Fitero, expulsando a los cistercienses que allí habían queda-do y que tuvieron que huir campo a través, hasta Calahorra. Aunque el obispo calagurritano intentó recuperar este fronterizo monasterio para su diócesis, no hubo manera, ya que los aragoneses lograron que, en 1160, desde el monasterio de l’Escaladieu, casa madre de Fitero, se enviara una segunda comunidad cisterciense, al frente del abad Guiller-mo, para instalarse y hacerse cargo de la reconstrucción y refundación de este monasterio. Además, en 1162, Sancho VI también aprovechó la minoría de edad de Alfonso VIII, para invadir gran parte de Castilla la Vieja y de la Rioja, incorporando así al monasterio de Fitero en el reino de Pamplona. Por lo que San Raimundo no pudo regresar al monasterio que había fundado y falleció en el exilio toledano de Ciruelos, en 1163.
En 1167, los reyes Alfonso VIII y Sancho VI firmaron una tregua por diez años, en el monasterio de Fitero, que había vuelto a formar parte del reino de Castilla. Logrando su abad Guillermo, en 1168, la consolidación del Coto Redondo del monasterio de Fitero, verdadero antecesor del actual término municipal de Fitero. A partir de aquí, este monaste-rio ya no tuvo la preeminencia que había tenido durante el abadiazgo de San Raimundo de Fitero, y siguió una evolu-ción similar al de la mayoría de los monasterios cistercienses. Además, tras la pérdida de Calatrava y demás posesiones relacionadas con ésta, el único cambio en la organización de este primer monasterio de Fitero se produjo ya poco antes de 1200 y consistió en la fundación de la granja cisterciense de Santa María de Yerga, en la cima del monte rio-jano que le dio su nombre. Una fundación cuyos orígenes históricos, a partir del siglo XVII, fueron trastocados intencio-nadamente en unos míticos orígenes por los que la fundación del monasterio se perdía incomprensiblemente en la noche de los tiempos. Una torticera falsificación de los orígenes del monasterio de Fitero que perduró hasta principios del siglo XXI y cuya finalidad no era otra que la de intentar demostrar que la antigüedad del monasterio de Fitero era aún mucho mayor de lo que ya era, como primer monasterio cisterciense de la península Ibérica.” poner en negrita: “primer monasterio cisterciense de la península Ibérica”.
Los Hijos del Agua
“Si es posible debe construirse el monasterio en un lugar que tenga todo lo necesario, es decir, agua, molino, huerto y los diversos talleres dentro del monasterio, para que los monjes no necesiten salir fuera, cosa nada beneficiosa para su espíritu.” (Regla de San Benito núm. 66)
De ahí que los cistercienses se mudaran, desde su emplazamiento provisional en Niencebas, al definiti-vo de Castellón-Fitero, mojón de los Tres Reyes.
Aparte de la energía proporcionada por la fuerza de las bestias y la eólica, la hidráulica era la principal fuente de transformación para una sociedad agropecuaria, como la del medievo, que, en el caso de los monasteri-os de la península Ibérica, además de contribuir a su autosuficiencia, también les permitía desarrollar una economía de servicios con la que complementar sus fuentes de riqueza. Sin olvidar que el agua sobrante del molino servía también para cocinar, poco después de hacer su entrada en el monasterio, y para ser usada para lavar y fregar, además de para extraer de él los desperdicios y las inmundicias de sus letrinas.
Clic en la imagen para ampliar