El definitivo Monasterio de Fitero
En 1173, tras largos y concienzudos preparativos, dio comienzo la primera expedición militar de Alfonso VIII para recuperar posiciones en tierras riojanas, rompiendo la tregua que había alcanzado con Sancho VI de Navarra, en el monasterio de Castellón/Fitero, en octubre de 1167. En noviembre de 1175, Alfonso VIII volvió a visitar este monasterio de Fitero, como parte de los preparativos de su última campaña en esta guerra con el vecino reino de Navarra, que concluyó con la nueva tregua alcanzada con Sancho VI, en Logroño, en agosto de 1176. Una tregua que permitió al rey de Casilla retomar las campañas de reconquista, parada desde 1147, y que dieron lugar a la reconquista de Cuenca, en 1177, gracias a la destaca-da intervención de la cofradía militar de Calatrava.
Entre finales de 1177 y principios de 1179, la magnífica situación política por la que atravesa-ba Alfonso VIII debió de llevarle a considerar el proyecto de la construcción de un segundo y majestuoso monasterio en Fitero, tanto por su relación con la cofradía de Calatrava, con la que estaba muy comprometido, a la vez que agradecido, como por la posición fronteriza que este monasterio castellano venía manteniendo con los reinos vecinos de Navarra y Aragón. Además, Alfonso VIII debió de intentar mejorar sus relaciones con Guillaume, el abad de Fitero que entonces también lo era de l’Escaladieu, con objeto de suavizar las tensas rela-ciones existentes y de mejorar la gestión de la cofradía militar de Calatrava, de acuerdo con los intereses de Castilla. En 1182, la tensión debió de ser tan grande como para obligar a que Guillaume cesara como segundo abad de Fitero y se marchara al monasterio de l’Escaladieu, del que siguió siendo su abad hasta 1197. Desde allí, Guillaume siguió a cargo de la cofradía militar de Calatrava hasta 1187, en que, transformada ya en la Orden Militar de Calatrava, pasó a depender del abad del monasterio de Morimond, casa madre de l’Escaladieu, y, por tanto, aún más lejos del monasterio de Fitero. Mientras a cargo de éste quedó su tercer abad, Maurin, que seguía dependiendo de Guillaume, pues éste estaba a cargo de la casa madre de Fitero: l’Escaladieu.
La construcción de la sede definitiva del monasterio de Fitero corrió a cargo de Alfonso VIII y comenzó por la panda oriental del claustro, en el que destaca la magnífica sala capitular, así como por la parte meridional del transepto de la iglesia, el altar mayor, su girola y las capillas orientales del tramo septentrional del transepto. Aunque esta primera etapa constructiva se acabó como consecuencia de la derrota que sufrieron las tropas de Alfonso VIII en la batalla de Alarcos, en 1195, ya que éste tuvo que dedicar todas sus energías a la reorganización de su ejército para evitar que los almohades progresaran en su avance por tierras de Castilla.
En 1214, o sea, dos años después de la victoria cristiana en las Navas de Tolosa y ya bajo el patrocinio del arzobispo de Toledo y director de los ejércitos de la frontera con al-Andalus, Ro-drigo Ximénez de Rada, se retomó la construcción del tramo septentrional del transepto y de las tres naves de la nueva iglesia de Fitero, en las que ya no hay columnas sino las más económicas pilastras. Un patrocinio heredado de su abuelo paterno, Pedro Tizón, que había sido uno de los benefactores de este monasterio, desde su primer asentamiento en Niencebas, y cuya relación se había visto reforzada por la destacada vinculación organizativa y financiera de Rodrigo Ximénez de Rada con la Orden Militar de Calatrava, también entre 1212 y 1214, o sea, hasta poco antes de la muerte de Alfonso VIII. La finalización de las obras y la consagración de la iglesia del definitivo monasterio de Fitero tuvo lugar en junio de 1247, sin que pudiera asistir Rodrigo Ximénez de Rada, como debió de haber sido su intención ya que falleció unos días antes, durante su viaje de regreso del Concilio Lugdunense, al que acababa de asistir.
El resto de las dependencias de este majestuoso monasterio de Fitero, incluido su Cortijo y demás elementos defensivos, como sus tres torres y la muralla que lo circundaba, no se concluyeron hasta 1287. Para entonces y dada la proximidad del primer monasterio a su molino harinero, aquél fue transformado en un trujal o molino de aceite, formando todo el conjunto monástico de Castellón-Fitero en el primer polígono industrial fiterano o, como se decía entonces, fiteriense.